Migración por el Estrecho de Gibraltar, 12 a 15 de Sept. 2020
El dicho "cada día es diferente" cuando se observa aves, podríamos aplicarlo perfectamente en esta ocasión después de haber celebrado dos salidas para ver la migración postnupcial de planeadoras en el Estrecho. Fueron dos viajes apenas separados por unas horas, visitando prácticamente los mismos lugares (aunque en distinto orden, cada uno con sus matices y particularidades, y siempre condicionados por los vientos reinantes en la región), pero sin duda alguna diferentes. Muchos de los objetivos se alcanzaron con ambos grupos, diríamos que los más representativos de cada ambiente, y sobre todo, con la mente puesta siempre en capturar esos mágicos momentos que sólo se producen en un puñado de lugares en el planeta cuando cientos, miles de aves, se congregan en sus migraciones. Este año fue especial por varios motivos, algunos poco o nada tienen que ver con nuestra afición, pero sin duda alguna en ambos disfrutamos como pocas veces con el ir y venir de los pájaros, luchando con los vientos sin perder de vista la costa africana. Aún no se han marchado y ya las echamos de menos.
Águila calzada fase clara pasando muy cerca de nuestra posición el primer día de viaje
Iniciamos nuevamente nuestro viaje en Málaga, quizás algo más tranquilos sabiendo que todos los que salían desde allí ya se encontraban en la ciudad desde la noche anterior. Esto nos permitió comenzar un poco antes el día inaugural, y sobre todo, manejar mejor las situaciones típicas del inicio de cada viaje. El plan de este primer día iba a ser calcado al del primer grupo, sin embargo, poco después de salir de nuestro hotel comenzamos a observar rapaces casi por todas partes. Una oleada de ellas de repende perdió altura y se acercó al suelo muy posiblemente después de sufrir una fuerte ráfaga de viento. Seguía soplando el Levante, al igual que lo había hecho los días anteriores. No nos quedó más remedio que improvisar. Ganamos altura subiendo una de las calles de Getares y apartamos los vehículos de la calzada para salir rápidamente antes de que se dispersasen. Fue un gran inicio de viaje. Varios alimoches de todas las edades, algunos abejeros europeos, pero sobre todo águilas calzadas nos rodeaban por todas partes. ¡Qué gran momento!
Águilas calzadas sobrevolando Getares
Después de más o menos media hora de éxtasis ornitológico decidimos continuar camino y dirigirnos hacia el mismo punto donde habíamos visto vencejo cafre con el grupo anterior. En esta ocasión tardó en aparecer más de lo esperado, así que tuvimos que entretenernos con otros sujetos alados mientras aparecía. En este tiempo observamos varios buitres leonados, águilas calzadas y culebreras... todo bajo un calor sofocante a pesar de que el viento soplaba racheado, bastante fuerte en ocasiones. De repente apareció alta una silueta diferente, era un joven de águila real luciendo sus inconfundibles marcas alares blancas, como blanca también era la base de su cola. No se entretuvo mucho y desapareció por el horizonte a los pocos segundos de ser detectada. Poco después apareció, por fin, un único vencejo cafre, en esta ocasión lo vimos la mayor parte del tiempo bastante lejos. Las dos o tres veces que se acercó a nosotros (a escasos 5-6 metros) nos permitió observar con detalle los rasgos típicos de la especie, aunque sus rápidos y zigzagueantes movimientos hicieron imposible capturar el momento.
Joven de águila real
Después de varias paradas más tratando de localizar algún otro vencejo cafre, llegamos nuevamente al inicio del camino de Ojén, cerca de Los Barrios. Aquí pasamos el resto de la tarde observando principalmente las evoluciones y estrategia de caza de varias águilas culebreras. El cielo se tornó plomizo en poco tiempo y comenzó a decaer la actividad de las aves, por lo que decidimos regresar a nuestro hotel donde pasaríamos las tres noches siguientes.
Alimoche común
Abejero europeo
La costa africana desde el porche de nuestro hotel
La previsión de viento para los próximos días nos hicieron replantearnos el itinerario, sabiendo además que tampoco podríamos hacer la salida para ver cetáceos desde Tarifa, ya que las principales compañías habían decidido cesar su actividad. Si se cumplián las predicciones nuestro último día de viaje podría ser muy bueno para el paso, quizás también el tercero, por lo que decidimos centrarnos en la Playa de los Lances, la Sierra de la Plata y La Janda en nuestro segundo día. Una parada fugaz en los Lances nos proporcionó buenas observaciones de archibebe oscuro, correlimos común y tridáctilo, chorlitejos grande y patinegro, combatientes... no tardamos mucho en irnos ya que el viento era muy molesto, así pues tendríamos que dedicar el resto de la mañana a visitar un par de enclaves de la Sierra de la Plata con la esperanza de ver especies nuevas. Allí disfrutaríamos mucho viendo a las águilas calzadas cernirse contra el viento tratando de sorprender alguna presa. No debe ser fácil ser culebra, lagarto, topillo o ratón en un lugar donde el cielo está minado de potenciales enemigos una buena parte del año. Por allí también andaba un alimoche joven que iba y venía en una contínua lucha con el viento. Más destreza y experiencia mostraban los buitres leonados que aquí tienen su morada habitual. También los abejeros, magníficos voladores, mostraban su agilidad sorteando las ráfagas que infligía el Levante en los roquedos. Tuvimos la oportunidad de observar varios aguiluchos cenizos y algún que otro lagunero, aunque después de unos cuantos años visitando la comarca intuíamos que ambas especies deberían estar atravesando estas sierras en espera de que las condiciones de viento mejorasen. No faltaron tampoco a su cita el roquero solitario ni el gavilán, ambos habituales en estas peñas cercanas a la localidad de Bolonia. No parecía que fuéramos a ver mucho más en esas condiciones por lo que continuamos para tratar de ver nuestro siguiente objetivo. Esa misma mañana sabíamos que habían sido observados 38 ibis eremitas cerca del campo de golf de Montenmedio, la cuestión era comprobar si aún seguían allí después de varias horas. Aparcamos los vehículos y nos aproximamos a pie al lugar para ver aliviados que no se habían movido. Contabilizamos un total de 35 aves. Eso sí, bastante lejos y con una reverberación terrible debido a la hora del día en la que nos encontrábamos. Era ya el momento de comer, por lo que después de devorar nuestros picnics y de la habitual parada para tomar café, nos dispusimos a visitar La Janda.
Águila calzada cernida mostrando ambas álulas, plumas indispensables para la estabilidad en el vuelo
El ejemplar juvenil de alimoche en la Sierra de la Plata
Juvenil de aguilucho cenizo
Uno de los 35 ibis eremitas que localizamos esa mañana
Al llegar a La Janda nos dieron la bienvenida las casi omnipresentes cigüeñas blancas que se alimentaban en los campos de arroz ya crecidos. No tardamos mucho tampoco en localizar al primer elanio común de nuestra excursión... mientras que en los campos multitud de lavanderas boyeras se mezclaban con cientos de gorriones morunos. Este año hemos tenido la sensación de que hemos visto más tórtolas europeas en La Janda de lo que veníamos observando en años anteriores en las mismas fechas. No sabemos si se trata de un hecho puntual motivado por un pico en la migración, o por (ojalá) un tímido repunte en sus poblaciones. Finalmente llegamos al lugar donde esperábamos localizar alguno de los chotacabras cuellirrojos que habíamos visto unos días antes. No resultó fácil ya que no es habitual que utlicen exactamente los mismos puntos para dormir, pero afortunadamente descubrimos dos aves distintas. De regreso hacia la carretera vimos buenos grupos de cernícalo primilla, también algún que otro abejero europeo y varios aguiluchos laguneros. Tampoco faltaron los jóvenes aguiluchos cenizos. Posiblemente La Janda sea el mejor lugar de España para ver concentración de estas aves en su primer año de vida durante la migración otoñal. Antes de regresar al hotel y ya con el sol bastante bajo sorprendimos a un solitario ejemplar juvenil de cigüeña negra que además estaba anillada. La distancia no nos permitió realizar la lectura de la misma. Esa noche regresaríamos al hotel algo más tarde de lo planeado dado que nos topamos con un accidente de tráfico que nos retrasó unos minutos. Al menos no pareció grave.
Cigüeñas blancas
Cigüeñas blancas
Elanio común
Chotacabras cuellirrojo
Cigüeña negra
Los fuertes vientos de los días anteriores habían ido sedimentando una gran cantidad de rapaces en todo el Campo de Gibraltar y el Parque Natural de Los Alcornocales. No queríamos perdernos el momento en el que decidieran lanzarse a la aventura de cruzar los 14 kilómetros que separan, en su punto más cercano, los dos continentes. Así pues decidimos comenzar la mañana del tercer día en los lugares que a priori podrían resultar más interesantes para contemplar este fenómeno. Al llegar al observatorio de Tráfico comprobamos que los vientos del Este seguían siendo fuertes, quizás más de lo esperado. Las grandes viajeras tardaron en aparecer pero poco a fueron se fueron animando. En un principio sólo veíamos milanos negros y algún gavilán a la caza y captura de algún pajarillo despistado, pero a medida que avanzaba la mañana comenzamos a ver águilas calzadas, abejeros, algunas culebreras y alimoches, y un buen paso de cernícalo primilla. También divisamos las primeras cigüeñas negras, un pequeño grupo de cinco aves que no parecían muy convencidas a continuar su viaje. Antes de irnos a comer apareció un águila pescadora, mientras que entre los grupos de milanos negros detectamos al más raro (aquí) milano rreal. Digamos que tuvimos una mañana muy entretenida con pájaros cerquita, ideal para que el sector fotográfico del grupo estuviera entretenido.
Águila calzada fase clara
Águila calzada fase clara, por el pecho tan estriado podría tratarse de una hembra
Milanos negros, omnipresentes durante toda la mañana desde Tráfico
Otro milano negro, esta vez un juvenil mostrando plumaje escamado y máscara facial oscura llamativa
Este milano real casi se nos "cuela" entre tanto milano negro...
Un precioso macho adulto muy blanco de abejero europeo con ausencia de al menos dos plumas en la cola
Macho de cernícalo primilla mostrando las típicas bandas grises en las alas y la ausencia de moteado en el dorso
Las águilas calzadas nos ofrecieron todo un recital ese día
Si hay un lugar donde resulta fácil ver gavilanes ese es el Estrecho de Gibraltar en otoño
Hembra de cernícalo primilla. Las uñas blancas le diferencian (entre otros rasgos) del cernícalo vulgar
El plan de la tarde pasaba primero por comer en el mirador de La Peña, cerca de Tarifa, para finalizar el día en las Marismas de Barbate y la Breña. Fue precisamente durante la comida cuando un pajarillo llamativamente "amarillento" posado en una gran roca nos llamó la atención lo suficiente como para retomar los prismáticos y olvidarnos de los bocadillos... por un momento. Se trataba de un precioso macho de collalba rubia. Aunque no es una especie rara, las observaciones de indivíduos en migración en esta época del año no se prodigan demasiado, siendo mucho más difícil de ver que su pariente próxima la collalba gris. La anécdota divertida del día la puso una de las cabras que por allí deambulaban al introducirse en uno de los coches sin el permiso de su dueño. Nos costó un poco convencerla de que allí no había comida y que era mejor que probara fortuna en otra parte. Es verdad que lo conseguimos, pero desde aquel momento las simpáticas cabras se convirtieron en potenciales descaradas piratas. Después de comer nuestros picnics no quedaba más remedio que ir a un lugar "civilizado" para rematar la pitanza con un delicioso café... algo camino de institucionalizarse en nuestras excursiones con grupos pequeños.
Águila pescadora en dirección a la playa de los Lances
Nuestra amiga la collalba rubia mostrando su extensión de blanco en la cola, cortando la banda terminal negra
De nuevo la collalba descansando en un espinoso posadero.
Nuevamente en ruta llegábamos a las inmediaciones de Zahara de los Atunes. Un rápido vistazo al cielo nos convenció de que tantos vencejos juntos podrían albergar alguna agradable sorpresa... y así fue. Podemos decir que entre las "hordas" de cientos de vencejos comunes y pálidos logramos encontrar la aguja... una aguja en un pajar de vencejos. Fue salir del coche, alzar la mirada y localizar la inconfundible silueta de un vencejo moro... llevó algo de tiempo que todo el mundo lograra verlo ya que en su ir y venir se camuflaba perfectamente entre cientos de pájaros similares a él. Quizás hubiera más de uno pero no logramos observarlos nunca juntos. Una nueva parada en el casco urbano del pueblo nos llevó a localizarlo de nuevo... tenía pinta de que nuestro amigo no se encontraba solo. Con una sonrisa de oreja a oreja nos subimos a los coches y continuamos ruta. Ya no pararíamos hasta llegar a Barbate.
Vencejo moro localizado entre cientos de vencejos comunes y pálidos que sobrevolaba Zahara de los Atunes
Observando "nuestro" vencejo moro desde el casco urbano de Zahara
Llegamos al paraje natural de las marismas de Barbate con buena luz pero con la marea un pelín alta aún, lo que no nos impidió sumar una buena variedad de limícolas (chorlito gris, aguja colipinta, ostrero, vuelvepiedras, archibebe claro, archibebe común, zarapito trinador, zarapito real...), también disfrutamos mucho con los lances de pesca de un par de pagazas piquirrojas, una de ellas se situó frente a nosotros para brindarnos una gran actuación. La última parada antes de regresar a nuestro hotel nos ofrecería un buen grupo de flamencos comunes, avocetas, cigüeñuelas comunes, chorlitejo chico y terrera común. Un buen final para un magnífico día de pájaros... la pregunta era si lograríamos superarlo.
Pagaza piquirroja
Como en casi todos los días anteriores, al menos en el sector mediterráneo del Estrecho, la mañana del cuarto y último día de viaje amaneció con un cielo bastante cubierto. Los charranes patinegros y las gaviotas de Audouin que solían pasar cada noche en las rocas frente al hotel seguían allí. Sin embargo, ese día se les había unido un adulto de gaviota cabecinegra. Aparentemente una mañana como cualquier otra de las que habíamos vivido los ocho días anteriores... pero con una salvedad. El Levante apenas se dejaba notar. Después de desayunar acomodamos el equipaje en el maletero de la 9 plazas y nos trasladamos al cercano mirador de Algarrobo. Las nubes permanecían encaramadas en las sierras y bosques de alrededor. Aparentemente todo estaba en calma. Una rápida mirada a través de nuestros prismáticos divisó a lo lejos, en el interior, prometedoras concentraciones de rapaces de mediano tamaño. En pocos minutos las teníamos encima... por oleadas. Cientos de milanos negros acompañados por un buen puñado de abejeros compartiendo el mismo objetivo. Hoy cruzarían a África.
Entre los escuadrones de milanos se colaba también algunas águilas calzadas y culebreras. Apenas eran las nueve y media de la mañana y ya sabíamos que ese último día sería diferente. El siguiente movimiento estaba claro, había que moverse al sur y buscar posiciones en algún punto elevado cercano a Tarifa. No podíamos arriesgar mucho siendo el último día, así que apostamos por dirigirnos al mirador de Cazalla. Teníamos claro que no seríamos los primeros en llegar, y más de una docena de pajareros ya tenía la mirada puesta en el cielo desde este lugar cuando desembarcábamos.
Algunos de los cientos de milanos negros observados desde el mirador de Algarrobo
Un águila culebrera envuelta por el gris de las nubes a primera hora de la mañana
Confirmado. El cielo comenzaba a llenarse de aves procedentes de todos los rincones en kilómetros a la redonda. Nada más bajar de los vehículos un grupo de 33 cigüeñas negras debatía frente a nosotros qué camino era el mejor para cruzar a África. Lástima que las nubes seguían cerrando el camino al sol. Águilas calzadas y abejeros comenzaban a llegar en un goteo imparable. También las águilas culebreras hacían acto de presencia, al principio sus números fueron discretos. Gavilanes, abejarucos, golondrinas dáuricas, vencejos comunes y reales se sumaban a la fiesta. Un milano real por aquí, un águila pescadora y varios primillas por allá... sobrevolando la playa de Los Lances un grupo de unas 300 cigüeñas blancas. Turno para los alimoches... ¡que pasen!. De todas las edades, juveniles, terceros años, adultos... dos buitres leonados... ¡uy! falsa alarma. De momento sin noticias de Mr. Rüepell. Y en medio de este frenesí de pájaros cruzando hacia África apareció una silueta colicorta, compacta de alas cuadrangulares ¡Águila pomerana!. No podíamos pedir más... nos encontrábamos justo debajo de una autopista migratoria que empezaba a ser monopolizada por las numerosísimas águilas culebreras... ¡a cientos! En tal número que sólo recuerdo haber visto algo parecido en otra ocasión con anterioridad ¡¡¡ESPECTÁCULO en mayúsculas!!!. Cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo alguien cantó la presencia de una falconiforme de alas largas... ¿un alcotán quizás? pues no... ¡se trataba de un halcón de Eleonora! La foto que aparece más abajo en este reportaje no hace justicia a una de las rapaces más bellas de nuestra avifauna, pero sirve de testimonio. De nuevo maldecíamos el color del cielo y la cantidad de nubes, aunque a estas alturas no era demasiado justo quejarse de nada. Antes de poner rumbo de regreso a Málaga, donde finalizaba nuestro viaje, tomaron el relevo los aguiluchos. Parecía que ya no quedaba nadie en el aire pero ellos comenzaron a pasar de forma menos llamativa. Hasta una docena de aguiluchos cenizos y algún que otro lagunero. Un día que recordaremos durante mucho tiempo. Sólo por esas 3 o 4 fantásticas horas que pasamos en Cazalla, bien había merecido la pena el largo camino que nos había llevado hasta allí. Porque en realidad era tan sólo un paseo comparado con el interminable viaje que afrontaban las verdaderas protagonistas de estos días de finales del verano. Buena suerte y hasta la primavera.
Cigüeñas negras
Y más cigüeñas negras...
Águila calzada, una de las rapaces más abundantes durante nuestro segundo viaje
Un precioso juvenil "pálido" de abejero europeo. Según Dick Forsman menos del 10% de los jóvenes abejeros presentan esta variación de plumaje
El águila pomerana, protagonista de aquella mágica mañana
Una toma más del águila pomerana donde incluso se aprecia la doble coma pálida en la base de la zona carpal de ambas alas. Quizás un ave en su segundo año.
Culebrera europea... una de cientos.
Alimoche común juvenil
Águila culebrera. Ejemplar pálido seguramente de segundo año.
Un ejemplo de la cantidad de culebreras que circulaban por el cielo en esos momentos
Pero no iban solas... en esta foto se aprecian dos calzadas de fase clara y un milano negro
Cigüeña negra... algo más cerca
Binomio culebrera y alimoche
Doble binomio de culebreras y cigüeñas negras
Binomio de cigüeñas negras y águila calzada
Binomio culebrera y calzada oscura
Aunque repetimos... otro binomio de culebrera y alimoche
Una preciosa águila calzada fase oscura
El "bandito" de cigüeñas blancas que también cruzó esa mañana
El mismo grupo con algo más de detalle
Alas y cola larga, mejillas blancas, halcón grande... silueta de halcón de Eleonara
Otras poquitas cigüeñas negras
Uno de los aguiluchos cenizos que cruzaron ese día. En este caso un ave juvenil
Gavián común